Las Diez Promesas (Los Diez Mandamientos) I

INTRODUCCIÓN:

La visión que tenemos de Dios depende de cómo entendemos sus mensajes. A veces escribimos una carta, un mensaje, un correo electrónico intentando expresarnos lo mejor posible, y nos damos cuenta que cuando lo lee otra persona, lo ha podido entender completamente al revés, o de forma muy diferente a lo que teníamos en mente.
Dios nos ha escrito una carta maravillosa, la Biblia. De igual manera que a nosotros a veces nos entienden mal, y se pueden formar una idea equivocada de quiénes somos, o de cuáles son nuestras intenciones, también nos podemos formar una idea errónea de quién es Dios y cuáles son sus intenciones.
Sabemos que los 10 mandamientos son el “resumen” del carácter de Dios, un sumario de la Biblia en sí. Seamos honestos y sinceros.
En 1 Jn. 4:8 leemos “El que no ama, no ha conocido a Dios: porque Dios es amor”. Es un texto abrumadoramente claro. Luego, hablando del amor de Dios, nos explica cómo se manifestó ese amor, esencia misma de Dios: “Dios mostró su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único al mundo para que tengamos vida por él.” (1 Jn. 4:9 DHH).
Después nos explica en qué consiste ese amor: “El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados” (1 Jn. 4:10 DHH), sin merecerlo por nuestra parte.
Hasta aquí se ha explicado el amor desde la perspectiva de Dios: qué ES Dios, cómo manifiesta Dios el amor (cómo manifiesta su propia esencia), y a través de qué medio lo hace (el sacrificio de Jesús tomando la iniciativa en primer lugar).
¿Cómo es el amor desde la perspectiva humana? ¿Cómo podemos entender textos como 1 Jn. 5:3? “El amar a Dios consiste en obedecer sus mandamientos; y sus mandamientos no son una carga” (DHH). ¿Realmente es así? Tenemos múltiples explicaciones para este texto, y lo utilizamos para martillear a otros con la obligación de guardar el sábado, entre otras cosas.
Si los Diez Mandamientos son el resumen de la Biblia, son el resumen del carácter de Dios, y Dios es Amor, ¿entendemos los 10 Mandamientos como el “resumen del amor”? ¿Dónde está Jesús en ellos? ¿Dónde está el sacrificio de la cruz en ellos?
Reconozcamos que ver “el amor” en esas 10 órdenes, en esos 10 mandatos (mandamientos), a veces parece quedar un poco disociado del concepto del perdón, de la reconciliación. ¿No será porque, quizá, no estamos leyendo de forma correcta la Carta de Dios?

Entendiendo cómo se escribieron los 10 mandamientos.

Cuando se traduce una carta a otro idioma diferente al que la escribió, cercenamos el texto de su sentimiento, de su expresividad. Es prácticamente imposible traducir una poesía del español a otro idioma, pierde la rima, pierde el ritmo, pierde la intensidad que la cultura le da al contexto de cada palabra utilizada en el interlocutor. No es lo mismo una barca para un pescador del litoral mediterráneo, que una barca para un aborigen del Amazonas. Aún utilizando palabras sinónimas en otro idioma, el que lee lo interpreta emocionalmente de forma distinta, se crea en su mente imágenes diferentes.
Con el texto bíblico sucede igual. Gracias a Dios la esencia del Evangelio siempre estará ahí, a pesar de la pérdida del colorido emocional y cultural en las traducciones y del cambio cultural con el paso de los siglos. No obstante, permitidme hoy hacer un repaso de los 10 mandamientos con un prisma que, implícito en el texto original, no se ha sabido transmitir en las traducciones y se ha perdido con el cambio de la cultura a través del tiempo, y quizá entenderemos cómo se conjuga la esencia de Dios, el Amor, con el resumen de su carácter, los 10 mandamientos.
En hebreo clásico, no existe el presente como tal, sólo el pasado (perfecto) y el futuro (imperfecto), el “presente” se tiene que construir con partículas añadidas a los verbos. En lo que sí ponían énfasis es en los modos (intensidades), les importaba más el cómo se hacen las cosas que cuándo se hacen. En la Biblia se registran muchos imperativos, con órdenes directas, para un ejército, de un profeta a su siervo, etc. PERO, los 10 mandamientos de Éx. 20:2-17 están escritos en “futuro imperativo”.
En cualquier libro de sintaxis hebrea, (en este caso consulté, además de profesores de Hebreo de varias Universidades, entre ellos de la Complutense de Madrid, el libro Arnold, Bill T.; Choi, John H. (2003): A Guide to Biblica Hebrew Syntax. Cambridge University Press p. 63-64), el imperativo se entiende de tres formas:
1) Como un mandato. Ej. Gn. 12:1 “Sal de tu tierra y de tu parentela”. Es una orden. Es un imperativo “presente”. Una orden. Otros ejemplos: Gn. 7:1 “Entra en el arca”. Éx. 6:11 “Ve y di a Faraón”,
2) Dar permiso para algo. El que habla otorga permiso para que alguien pueda hacer algo que desea, o ha solicitado. Ej. Gn. 50:5-6 “Deja que vaya y entierre a mi padre” (la respuesta sería “ve y entierra”). Éx. 4:18 “Deja que vuelva en paz” (la respuesta sería “vuelve”).
3) Promesa. Este caso es un imperativo de futuro claro. El que habla asegura al que se dirige que lo que le está diciendo va a ocurrir, aunque lo que sea que vaya a ocurrir esté fuera del alcance del interlocutor que recibe la “orden”. Ej. Is. 37:30 “y el el tercer año sembrarás, cosecharás, plantarás…”. Lo harás, lo podrás hacer.
Es bajo esta tercera acepción por la que no estamos acostumbrados a estudiar los 10 mandamientos, y sin embargo, es perfectamente aplicable, de modo que los 10 mandamientos se convierten automáticamente en 10 promesas. Dios resume su esencia, el Amor, en 10 maravillosas promesas. Ahora sí que resulta más fácil entender 1 Jn. 5:3 “El amar a Dios consiste en obedecer (aceptar) sus mandamientos (promesas)”. Juan encontró gente que entendía los 10 mandamientos como una carga, y les tenía que recordar que, al contrario, son 10 maravillosas promesas (lo estaba escribiendo un hebreo), y por lo tanto, lejos están de ser una carga pesada.

Las 10 promesas.

El contexto en el que se dan los 10 mandamientos está en el capítulo previo, Éx. 19:4-6 “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel”.
Notemos la imagen del águila cuidando y educando a su polluelo, cómo es Dios quien nos trae hacia sí. Y menciona la palabra “pacto”. Un sinónimo es “compromiso”. Dios quiere hacer un compromiso con Israel. La palabra “pacto”, “compromiso”, implica la expresión de promesas, votos, y el respeto hacia esas promesas o votos. El capítulo 19 continúa explicando los preparativos, y deja el contenido de esos votos, promesas que Dios hace con Israel para el capítulo siguiente. En Éx. 20:1 se introducen así: “Y habló Dios todas estas palabras diciendo:
Siguiente elemento: Justo antes de que Dios se comprometa (ofrecer promesas), se identifica al que hace el voto, como en una ceremonia matrimonial: “yo, fulano de tal, prometo amarte, honrarte, respetarte… etc.” Éx. 20:2 identifica al “contrayente del compromiso (pacto), que realiza las promesas: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre”. Propongo sustituir la palabra “Dios” por “Esposo” en los 10 mandamientos, y entender el “pacto” como un matrimonio, y los 10 mandamientos como las 10 promesas de los votos matrimoniales. En esta ocasión vamos a tratar las 4 primeras promesas, dejando las otras 6 para la siguiente oportunidad.

Primera promesa

Éx. 20:3 “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Tal como si se tratase de una ceremonia matrimonial entre Dios y su pueblo, Dios le está diciendo: “Si me tomas por esposo (Dios), no tendrás necesidad de seguir buscando más dioses”. Dios promete que no va a hacer falta tener multitud de “dioses”, uno para la lluvia, otro para la fertilidad, otro para la salud, etc. Dios es tan poderoso, que podrá suplir todas las necesidades de los contrayentes en este pacto.
Podríamos traducirlo por “A partir de ahora no te harán falta más dioses, conmigo es suficiente”. Otros textos lo confirman: Gn. 17:1 “Yo soy el Dios Todopoderoso”; Gn. 35:11 “Yo soy el Dios omnipotente”. Jesús se identifica como el “Yo soy” en Jn. 8:58 “Antes que Abraham fuese, yo soy.”

Segunda promesa

Éx.20:4 “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.
Era común (y sigue siendo) hacer representaciones de los dioses para sentir que están cercanos. Cuando un familiar está lejos, o ausente por haber muerto, las personas suelen tener retratos para tenerlos presentes, que les recuerde ese ser querido que vive lejos o falleció. Otras veces no son imágenes de las personas lejanas sino objetos que han hecho para nosotros lo que nos recuerdan a ese ser querido, un cuadro, un bordado, una cerámica, etc.
La necesidad de tener imágenes se debe a la ausencia o distancia del ser querido. Dios está prometiendo que no tendremos necesidad de colgar una foto suya en la pared para recordarle, ni de ningún objeto o cosa que el haya creado (cosa que esté en la tierra, debajo de la tierra, etc.). Dicho de forma positiva, Dios nos está diciendo que siempre estará con nosotros, a nuestro lado, constantemente, de modo que no necesitaremos nada que nos lo recuerde, porque sentiremos su compañía constantemente, si lo buscamos, claro.
Esta promesa además es doble, pues Dios se compromete a “visitar la maldad de los padres sobre los hijos” en varias generaciones. Algunas versiones de la Biblia traducen erróneamente por “castigar”. El verbo hebreo para “visitar” es paqad. Significa literalmente “visitar con interés”. La mejor aplicación es a la visita de un médico a domicilio para seguir la evolución de un paciente. Dios sabe que el pecado es una enfermedad grave, y algunos casos hay que vigilarlos muy de cerca por ser hereditarios. Dios promete visitar la enfermedad del padre para curarla, y hacer un seguimiento sobre sus hijos, nietos y biznietos para evitar que contraigan la misma enfermedad.
En el contexto del “pacto” o compromiso matrimonia, Dios promete cuidar de la descendencia de todo el que desee entrar en esta relación de amor, pero pone énfasis en prestar atención y cuidado especial en aquellos que están enfermos y en su descendencia. A menudo unos progenitores no pueden atender a su prole por un problema, enfermedad, o incluso divorcio. Dios se compromete a ser el “padre adoptivo” de los hijos de la desgracia o del divorcio con él.
Esta promesa se manifiesta también en Dt. 10:18 “El hace justicia al huérfano y a la viuda, y muestra Su amor al extranjero dándole pan y vestido” (NBLH). Dt. 4:7 “Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?” (Cf. Sal. 34:18; 75:1; 119:151; 145:18; Isa. 50:8; 55:6; Ef. 2:13). Dios está cerca, siempre está al lado del que lo necesita, y no le hará falta imágenes para invocarlo o recordarlo en la distancia.

Tercera promesa

Éx. 20:7 “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”. El tercer mandamiento siempre se ha entendido, y de forma adecuada, como una prohibición de tomar a la ligera el nombre de Dios. En este caso el verbo usado para “castigo” no es el mismo que en el segundo mandamiento. Aquí si se refiere a “consecuencias”.
¿Entonces, cómo podemos entender esta aparente contradicción entre promesa y “castigo”? Solamente entendiendo de forma adecuada el sentido completo del mandamiento, que no excluye la comprensión tradicional, sino que la amplía.
Si hacemos de Dios lo primero en nuestras vidas (primera promesa) y si lo integramos de forma constante (relación) en nuestro diario vivir de forma que su presencia sea constante y no dependa de imágenes o estatuas físicas (segunda promesa), entonces tendremos la tercera promesa: Cada vez que invoquemos el nombre de Dios, nunca será en vano. Dios siempre responderá a nuestra súplica, a nuestro llamado. Cada vez que pronunciemos su nombre, hablemos de él o con él, siempre habrá un fruto de ello. Nunca será en vano.
Cabe la posibilidad de que Dios no responda como uno espera o desea, y no demos por buena su respuesta. Sólo entonces, habremos pronunciado o invocado el nombre de Dios en vano. Dios podría decirnos: “¿Para qué me llamas, para qué me invocas, para qué me pides consejo, para qué me pides ayuda si no aceptas lo que te digo, lo que hago, lo que te ofrezco?”
Tomar o pronunciar en vano el nombre de Dios va más allá de la simple blasfemia, maledicencia, o juramento necio. También es no apreciar las promesas de Dios. Es desobedecer a Dios. Es fallarle. Es despreciar su ayuda, su consejo, su ofrecimiento. Evidentemente, todo aquél que invoque el nombre de Dios, “pronuncie su nombre” para pedir ayuda, sabiduría, o lo que necesite, y desprecie lo que Dios le diga, aconseje u ofrezca, está invocando, pronunciando, tomando el nombre de Dios en vano.
La consecuencia (castigo) es natural, despreciar el consejo de Dios, su ayuda, su sabiduría, su ofrecimiento, siempre tendrá una consecuencia negativa para el ser humano. El mero hecho de dejarnos sufrir nuestra propia suerte fruto de nuestra necedad es suficiente castigo. Dios no puede bendecir en contra de la voluntad del ser humano, menos si le preguntan o piden y abiertamente le desprecian. Cf. Mt. 15:9 “en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”.

Cuarta promesa

Éx. 20:8-11 “Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es sábado para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
Dios promete tener una cita semanal especial con su esposa, tener una especial atención por ella en una cita especial. La promesa empieza con otro verbo “acuérdate”. Pide, antes de prometer nada, que nos acordemos de la cita para que pueda cumplir su promesa. Dios promete que nos bendecirá para trabajar, subsistir durante toda la semana. Pero nos pide que nos acordemos de la cita semanal con él. Si nos acordamos de la cita, promete estar toda la semana con nosotros (ver promesas 1 al 3), pero esta es especial. Al igual que Él trabajó 6 días para preparar nuestro hogar (este mundo), y luego destinó el primer día completo a compartirlo con Adán y Eva (el primer día completo de Adán y Eva fue el primer sábado), nos pide que sigamos dedicando un día especial para fomentar nuestro “matrimonio” con Él: “mas el séptimo día es sábado para (dedicado a) Jehová tu Dios (tu esposo)”.
Dios promete que será un momento de tanto gozo (si lo hacemos adecuadamente) que todo el que viva con nosotros disfrutará de esa fiesta. Estaremos deseando dejar de trabajar para estar con él, invitaremos a esa fiesta a los que vivan con nosotros, a nuestros hijos. Toda la familia está invitada, hasta los amigos y mascotas. (Aquí se puede ampliar mucho este tema, pero por manido, lo dejo).
Con esta promesa también nos delimita el momento, el lugar en el tiempo para la cita. Dios se compromete ese día concreto, no otro. Podemos citarnos con alguien a las 12 del mediodía en la plaza principal, pero de nada sirve que cada uno acuda a esa hora, a ese lugar, en días distintos. El compromiso de Dios conlleva que respetemos sus condiciones, en este caso, el sábado.

CONCLUSIÓN

Cerramos aquí esta primera parte. En resumen, se podría decir que los “10 mandamientos” son los 10 votos o promesas que Dios hace para establecer una relación (matrimonio) con su pueblo. En las primeras cuatro promesas Dios se identifica Dios el esposo, como garante de las promesas. Como toda promesa, también tienen sus condiciones para su cumplimiento.
Dejamos las otras 6 promesas para la próxima ocasión. En estas otras 6 promesas o “votos matrimoniales” la atención se centra en las consecuencias positivas para la “esposa”. Son consecuencias de las primeras cuatro promesas.
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